miércoles, 23 de julio de 2014

UN AÑO DESPUÉS, MOMENTO DE SILENCIO Y EMOCIÓN

El 24 no es día de fiesta y medallas, es día de luto y silencioso recuerdo.

Hace un año volví a creer en la condición humana, en la solidaridad, en la ayuda, en la cooperación, en el compañerismo,... Tanto los vecinos que se volcaron en ayudar con las limitaciones lógicas, para intentar salvar vidas humanas, como a los familiares que se encontraban en diferentes lugares de la península ibérica, se merecen recordar a las víctimas en su aniversario con silencio pero notando que la compañía de los amigos y de millones de seres humanos que les ponemos un simbólico hombro para que puedan llorar sus recuerdos. Con respeto, con admiración y sin fastos innecesarios. Solos a la par que acompañados del recuerdo y el silencio.




Algo cambió para siempre. Dicen que el destino es sabio y esta vez tampoco ha fallado. En este caso, el destino nos ha marcado con un episodio especialmente duro en injusto, pero es el que ha dictado. Nunca imaginé que en aquellas imágenes de hace un año en el que un tren descarriló, iban a fallecer tantas personas y que una de ellas iba a ser un amigo mío. Nunca he olvidado lo que ha supuesto el dichoso accidente. Para mal, por perder de una forma cruel a un amigo, una persona especial, diferente, de las que merece la pena encontrarse en la vida porque hay pocos como él; y para bien, por el inmenso afecto que me ha demostrado hacia mí su familia por un desahogo que extendí a la red por mis dedos. Un desahogo que nunca pensé se fuera a leer en más de 1300 ocasiones y que sirviera de fuerza y estímulo para unos familiares rotos por la desgracia. Os aseguro que el dar apoyo, fuerza y energía, con el dolor por la pérdida, por mediación de unas palabras, es de las cosas más grandes y emotivas que me han pasado en mi vida.

Nunca imaginé que aquel artículo que he leído decenas de veces y acabo de volver a leerlo hoy, pudiera dar tanta fuerza a su familia y a la vez hacerme sentir tan vulnerable y orgulloso. Una mezcla extraña que en cuanto aparece, mi mirada se humedece. Otra de los momentos que jamás olvidaré fue cuando en su funeral-homenaje, organizado de forma tan cercana como humana, me recibe su padre y me enseña el acceso directo a su móvil con las palabras que desgarré. La emoción y las lágrimas pudieron conmigo. Unas ridículas lágrimas que ni comparación tienen con las que ha dejado la maldita curva de A Grandeira, pero que me trastocaron, y aún hoy, sigue poniéndome la carne de gallina.

Las mismas lágrimas que han vuelto a brotar al sonido de esta canción recordando lo que sucedió hace tan sólo 365 días:



A partir de entonces, estoy en contacto con su encantadora familia. He visitado la finca que tanto me habló Manolo y nunca le hice caso de conocerla (por fín, conozco el santuario). Quisiera estar más en contacto personal y tengo temas pendientes pero la vorágine diaria esclaviza más de lo deseado. Prometo que en breve haré acto de presencia, no quiero volver a recordar comentarios o leer viejos post de los que recuerde con rabia. Afortunadamente las redes sociales hacen que sepa lo que hacen y parte de lo que sienten, y esté actualizado de las noticias que se van generando para impartir cierta y tardía justicia.

Hace pocos días, un hermano mandó una carta abierta al presidente de la Xunta de Galicia por un acto que querían hacer mañana, el día del aniversario y se puede leer aquí. A veces el afán del protagonismo humano, la fotografía, el querer controlar cualquier acontecimiento extraordinario que sucede en una sociedad, produce que se pierda la esencia de la cuestión.

Echando la mente atrás un año, mientras en televisión se ponían imágenes repetidas una y mil veces de un accidente ocurrido años anteriores en otra región, porque había que informar, cuando ni había medios, ni personal, ni se sabía/quería informar de lo que realmente estaba pasando, el vecindario se volcó en ayudar como nunca imaginaron, para intentar salvar vidas. Al igual que los profesionales que se acercaron. Los que realmente estuvieron allí, saben cómo se tuvo que gestionar. No había impacto mediático, tan sólo una carrera contra el tiempo entre la esencia humana de ayudarse entre sí, contra el tiempo que apaga vidas a una velocidad endiablada. Este es el sentido que las víctimas quieren para el día de mañana, sólo ese. Un requerimiento que debe ser respetado, por encima de casuísticas y tipologías.



Por último está la responsabilidad de lo ocurrido. El homenaje a los fallecidos por la magneficiencia humana no puede ni debe ocultar las ganas por esclarecer y encontrar los responsables de lo sucedido. En plena vorágine de inauguraciones, grandes eventos y apariencias, nadie se percató en el "simple" hecho de que las infraestructuras tienen un componente complejo de facilitar los transportes reduciendo tiempos pero también de cuidar la seguridad, el medio ambiente, entre otras cosas. ¿Por qué no se hizo? ¿Por qué se empezó a hacer tras un accidente? ¿Es de recibo construir y alardear de grandes infraestructuras cuando no se presta atención al qué ocurrirá? ¿Por qué para inaugurar una instalación, se cuidan todos los mínimos detalles para que la foto salga perfecta, pero cuando la sociedad va a utilizar unas infraestructuras, no se cuenta con las medidas de seguridad pertinentes, especialmente en algo que se vendía como de alta velocidad? La ambición humana no tiene límites y el destino avisó que los humanos tienen límites.


Alguien debe asumir la responsabilidad de la abismal negligencia, y es normal que las víctimas sigan luchando por abrir las puertas que el sistema está cerrando y que los recuerdos se barnicen tímidamente de justicia.

El tiempo borró tu presencia, pero no podrá borrar tu recuerdo





No hay comentarios: